jueves, 19 de marzo de 2015

Una mala primera vez

Esta mañana me han llamado para decirme que ha fallecido una de mis pacientes.

Hacía tiempo que no iba a su casa; recurrieron a mí cuando le dieron el alta hospitalaria, mientras esperaban que recibiera la fisioterapia que le correspondía por la Seguridad Social. Y menos mal, porque la espera fue de dos meses. La llamé un par de veces para saber cómo seguía, y las noticias no eran muy buenas. Aunque no esperaba que se muriera, más bien que quedara una considerable incapacidad funcional (difícil saber qué es mejor).

Es una de esas primeras veces que esperara que llegase tarde, pasado mucho tiempo, cuando fuese más "lógico" que ella ya no estuviera entre nosotros (sesenta y pocos años, hoy día, no es mucha edad). Quizás así, me hubiera sentido menos triste, más resignada por el curso natural de la vida. El caso es que no ha sido así, y para qué engañar a nadie, estoy muy triste. Es una mujer que me ha aportado muchísima experiencia y buenos momentos. ¿Cómo no estar triste por mi primera paciente neurológica, con lo que me gusta a mí la neuro?




Ella era paciente de una fisio que conozco, en la planta del hospital. La ingresaron porque sufrió una hemiparesia a raíz de un ataque epiléptico, pero ya estaba muy estropeada desde antes, por una enfermedad renal. La mujer estaba muy agobiada porque al cabo de la semana de alta sentía que ya se movía menos, y quería que un fisio empezara a rehabilitarla en casa cuanto antes. Había coincidido con el puente de noviembre, y esta fisio se acordó de mí; puesto que yo no tenía trabajo en ese momento, no me importó comenzar en "vacaciones".

Estaba muy nerviosa porque era la primera vez que trataba a un paciente neurológico sin supervisión. La fisio me insistía en que no era un caso complicado, pero me temía que se notara mucho mi falta de experiencia, y no sólo en mi cara. Quería confiar en mi afinidad con la neurología y en mis buenos resultados en la facultad y en las prácticas de esta rama, pero el campo de batalla es diferente y la inseguridad me ataca con facilidad.

Ese primer día quedaron contentos, y me llamaron para ir al día siguiente. A partir de ahí, establecimos tres sesiones semanales (los días que no tenía diálisis). Fue muy satisfactorio que le comentara a mi compañera fisio lo contenta que estaba conmigo. Y llegar al punto de hacer la progresión a sedestación. Poquito a poco, cada día aguantaba sentada un poquito más sin marearse, a pesar de su reticencia por el miedo que tenía. El trabajo de las reacciones de enderezamiento y equilibrio era muy agradecido con ella, respondía estupendamente a las maniobras de Bobath.

Entre la insistencia de la familia y la mía, conseguimos que aguantara sentada durante el almuerzo y la cena, que volviera a hacer las sopas de letras que tanto le gustaban, y que retomara el punto para hacerle una manta a los nenucos de su nieta pequeña. No hubiera sido posible sin la colaboración de su familia, sobre todo de su marido que la quiere con locura y de una de sus hijas, entusiasta y cargada de buenas ideas. Le dije más de una vez que hubiera sido una increíble fisioterapeuta.

¡Qué emoción el primer día que la pusimos en bipedestación! Aprovechamos un día que coincidimos tres personas en la casa que podíamos ayudar, para que se sintiera segura. Se resistió mucho, pero una vez se vio de pie después de tantos meses...¡Qué sonrisa de felicidad! Y qué risa cuando, después de tanto resistirse, al sentarse tras esa primera "levantá", nos dijo emocionada que quería hacerlo otra vez. ¡Menudo abrazo de oso le di!

Fue interesante comprobar de primera mano cómo la pierna hemiparética pasó de presentar una rigidez que nunca había visto, a moverse con cada vez más fluidez. Por desgracia, llegó a moverse mejor que la pierna sana, que vio enormemente limitada su movilidad por una serie de úlceras que empeoraron poco a poco. Qué duro era recibir el diagnóstico de la enfermera de zona de que cada día estaban peor.

Nunca olvidaré el día en que el dolor era tan intenso que ni la morfina lo atenuaba. Como estaba su nieta delante, se contuvo hasta que se fue. Cómo lloraba la pobre mujer...Hasta yo lloré. Esos profesionales de la salud que no se creen que un dolor pueda ser insoportable, deberían pasar por una experiencia así. Una descripción puramente gráfica de hipersensibilidad y alodinia, añadidas a unas complicaciones bastante jodidas (no hay otra palabra que lo describa mejor).

Desconozco la causa por la que ha fallecido, aunque tenía motivos dado su delicado estado de salud. Quizás, dada la mala perspectiva de las úlceras, ha sido mejor así. No lo sé. Sólo sé que siento mucha pena, que estoy llorando y que lo siento si no es la manera en que un profesional debería reaccionar. Son muchas horas trabajando juntas, hablando de sus miedos, sus dolores y sus ilusiones, para no reaccionar de la manera en que yo lo suelo hacer: llorando. De felicidad, de tristeza, de rabia, de impotencia...es mi forma de ser. Y mejor soltarlo que guardarlo dentro.

Sagrario, me alegro mucho de haberte conocido. Gracias por la confianza que depositaste en mí, y por todo lo que me has enseñado a nivel profesional y personal. Al menos esta vez podrás dormir del tirón, sin que te despierten esos terribles dolores. Será difícil hablar de Triana y de la cofradía de El Cachorro sin pensar en ti.




2 comentarios:

  1. Precioso Bea. Me ha emocionado leerte.

    Creo que casi todos hemos pasado por este tipo de pacientes que tanto te aportan y que en un momento dado se van. Nunca los olvidas, quieras o no, para bien o para mal. Y no, no hay una manera "correcta" de afrontarlo. Como tampoco hay una manera incorrecta. Afróntalo y reacciona como te salga, porque probablemente esa reacción es parte de lo que te hace ser la fisioterapeuta en la que confiaron.

    Yo nunca olvidaré a Antonio, quien a pesar de estar muy alejado de mi en muchas de sus opiniones, era una persona respetuosa y encantadora que me enseñó mucho y a la que nunca podré olvidar. Lo he dicho ya alguna vez en las redes, su mujer me dio de los mejores regalos que me han hecho nunca. Un mes después de morir su marido, se acercó a mi consulta, esperó a que terminara con mi paciente y me pidió pasar para hablar conmigo. Yo me sorprendí y, para qué engañarnos, me preocupé un poco. Una vez sentada, me dijo con una sonrisa enorme que sólo quería pasar a darme las gracias por "el cariño, el afecto y el buen hacer" con el que había tratado a su esposo. Cada vez que lo recuerdo me emociona, y además demuestra la clase de familia que era y por qué aprendí tanto de ellos.

    Un abrazo Bea. No lo sufras, disfrútalo.

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    1. Hola Javi, muchas gracias por pasarte por aquí, y por tus palabras. Me alegra que pienses como yo, que cada uno es como es y reacciona como buenamente puede. Me entristecen muchos los sanitarios que siguen defendiendo la distancia con el paciente "para no involucrarse". ¿Cómo no te vas a involucrar (en el caso de la fisioterapia) con una persona que ves más a menudo que a la familia?

      Agradezco que compartas esa preciosa experiencia con Antonio. Seguro que el regalo que te hizo su mujer fue más que merecido. Creo que son las cosas que al final se recuerdan, por encima de haber sido más o menos crack que tus compañeros fisioterapeutas: el agradecimiento de los pacientes, por poco que hayas hecho por ellos.

      He pasado una mañana bastante mala, pero por la tarde, en el trabajo, la primera paciente me ha comentado que estuvo reflexionando sobre el miedo a las actividades que una vez dolieron (tema que comentamos en el último taller) y tiene ganas de retomar el piano, a pesar de que la última vez se le inflamaron mucho las manos. Eso y descargar la mente en spinning (¡bendito ejercicio!) me han servido para resetear el cerebro. La fisioterapia es maravillosa por sus pacientes, Antonio, Sagrario y todos los demás.

      Un abrazo, y espero que nos veamos pronto ^^

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